Hermosa cuñada se deja follar riquísimo cuando su marido no está en casa
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Llegó con voz suave, diciendo que se sentía sola, pero su mirada caliente ya lo decía todo. Vestido negro, sin tanga, perfume de puta fina, y esas ganas de ser usada. Se inclinó hacia adelante, apoyando las manos, dejando su culo rico a mi merced. Le levanté el vestido, la penetré con fuerza, sintiendo cómo su coño mojado tragaba toda mi verga. Cada embestida era un gemido prohibido, un secreto ardiente. Follármela así, a escondidas, fue como romper todas las reglas del deseo… una fantasía hecha realidad entre dos cuerpos calientes traicionando el silencio de la casa.









