Gemidos sucios y sexo caliente en el baño con una diosa ardiente
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Entramos al baño con la urgencia de dos cuerpos que ya no se aguantan. Me pegó contra la pared, me besó como si fuera la última vez y me bajó la ropa interior con una sola mano. Mi culo perfecto lo tenía a centímetros de su cara y no pudo evitar lamerlo con hambre. Yo gemía sucio, pedía más, tocándome mientras él me pajeaba excitado. Tenía las tetas saltando, la piel suave como durazno, y le rogaba que me la metiera ya. Me puse de espaldas sobre el lavamanos y comenzó a follarme duro, entre jadeos y palabras calientes. Un polvo que se quedó grabado en la cerámica del baño.









